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Intentando dar la vuelta al mundo en autostop...

jueves, 9 de agosto de 2012

C 19 Australia





La noche de San Juan, mi noche favorita del año, mi tradicional solsticio de verano, era la noche más larga en vez de la más corta, y en vez de la tradicional queimada, recolecta de cancillas y hoguera en una playa de Galicia, fue en la casa de Adrian frente al mar de la Isla Philip, un lugar idóneo para una noche mágica…

Salimos de Melbourne en la línea Sur ,  la tercera vez que conseguí convencer a los revisores con una buena escusa para no tener billete… ese día nos esperaban en el centro Hare Krisna más grande de Victoria, 200 acres de tierra dedicada seguir los mandamientos del dios hindú, Krisna.  Después de mi fugaz visita a la gente de las 12 tribus de Israel ,en las montañas Azules de Sídney, donde conocí el particular modo de vida de una comunidad cristiana en la que prescindían de todo adelanto tecnológico, un poco al estilo Amish en USA, entré en contacto con  una nueva religión, los Hare Krisna. Una semana en la que les ayudaríamos con los quehaceres de la  granja. Aunque la exquisita comida vegetariana fue una tentación para hacerse parte del grupo, tras participar en dos sesiones en las que cantaban “Hare Krisna Hare HareHare Hare Hare Krisna…” infinitamente, me encontré cantando una y otra vez el rezo-mantra en mi cabeza, momento ideal para continuar el viaje por la famosa “Great Ocean Road”, la Gran Carretera del Océano.

A excepción de algún canguro que pasaba los 2 metros, ya no eran un extraño para mí. Lo que si, no puede ver (hasta el momento), fueron los koalas. Esos graciosillos medio osos embajadores del turismo del Sur de Australia, un motivo más para volver, esperando que no estén extinguidos por completo para ese momento. Hacer autostop por esa carretera desde un camión nos daba una mejor vista, aunque otras veces la nula regularidad de los coches hacia la espera demasiado larga, aunque siempre había alguien que nos dejase acampar en su propiedad.


Si había una parada obligada, cuando reemprendimos nuestro viaje desde Sídney, era la protesta contra la mina de Uranio que abastece un tercio de las armas nucleares que existen, y que prevén expandir de una forma atroz, creando el mayor agujero del mundo, con altas probabilidades de destrozar la reserva de agua subterránea que abastece y permite la vida en gran parte del país.
Tras una parada técnica en Adelaide, la ciudad de las mil iglesias, pusimos rumbo hacia una de las mayores concentraciones de activistas australianos de este año, “Lizards Revenge”, la Venganza del Lagarto”. Lugar donde las leyendas aborígenes dicen que vive un lagarto cuyo vientre está lleno de veneno amarillo( Uranio) por lo que es mejor dejarlo donde esta… Casi todo la gente que conociera en los últimos meses, se reunirían para reclamar el cese de la ampliación. Para interferir la manifestación, el gobierno llevó a cabo una espectacular movilización policial con más de 500 agentes, perros, caballos, helicópteros y demás. El primero bloqueo, en la carretera que llevaba al  pueblo minero, su táctica, no dejar pasar ningún coche con defectos, incluyendo cosas como un espejo retrovisor con un pequeño astillazo o un cinturón de seguridad que no retrocedía velozmente…
Un antigua furgoneta con dos viejos hippies, nos ofrecieron llevarnos, sólo que el cuarto pasajero, yo, tendría que esconderse en la parte trasera ya que no había suficientes asientos para todos. A la señal de: “Ahora Alex!!!” , me cubrí bajo unas mantas, cuando llegó el control. Unos 30 agentes, coches, furgonetas y perros antidroga. “No te muevas Alex!” Desde mi escondite escuchaba la voz del oficial que les indicaba que bajasen del vehículo para la inspección.


La puerta se abrió, el snif snif del perro policía en mi oreja me hacia mantener la respiración, lo que fue más difícil cuando sentí la rodilla del poli en mi costado y escuchaba: “¿Y que tiene, una bombona de gas debajo de todo esto?  Mmm, creo que no va poder continuar su viaje, tiene una grieta en el cristal…” Hubo suerte, y sólo vi lo grande que era el control el día siguiente, viajando en un minibús sin defectos…
La carretera pasaba por lo que aparece en el mapa como Zona Prohibida de Australia, donde en colaboración con el gobierno británico, llevaran a cabo  pruebas de armamento nuclear hacia ya algunos años,   causa del altísimo nivel de mortalidad por cáncer en niños del área y que hacían el cementerio del pueblo/base militar todavía más tétrico.



Para control de la manifestación, declararon toda la parte cercana a la mina como área protegida, por lo que sólo permitían acampar a los más de 500 manifestantes en una un área muy limitada y vigilada, teniendo que entrar escoltado por la policía tras mostrar tu identificación y donde un helicóptero rondaba día y noche sin cesar.
Fue un poco frustrante ver como un estado gasta 1 millón de dólares en vigilar una protesta pacífica, y que, aunque con infiltrados, no pudieron impedir que los activistas llegaran a la entrada de la mina para encadenarse a un tráiler impidiendo  el tráfico durante algunas horas…


Junto con Else, compa de casa en Sídney, retomamos la siguiente etapa del camino hacia el Norte, un viaje épico en bici atravesando la zona con menos lluvia de Australia. Con todo lo  necesario en nuestras alforjas , el desierto nos ofrecía cosas como el lago Eyre( el mayor lago de agua salada del mundo) lugares sagrados para los aborígenes de donde vienen las historias de sus tiempos dorados como chorros de agua caliente que salen disparados del suelo, ( ya muy  deteriorados por la minería), formar parte del documental de un director que había sido nominado dos veces a los Oscar, y mucho más, si aprendes a ver más allá de lo que parece un monótono e incambiante  paisaje, con  noches donde se ven los satélites pasar junto a decenas estrellas fugaces y constelaciones que parecen estar más cerca en esa característica oscuridad.

 
Más de una semana y 300 km después, cuando la carretera ya no era de tierra sino de arena,  donde el viento  de cara hacia más difícil arrastrar las pesadas bicicletas con más de 15kg sólo en agua, Carven y Else se montaron en la rulot  del quinto y último coche que pasó por allí aquel día y que había sido utilizada como centro de operaciones de los organizadores de la manifestación y que afortunadamente pasaba por allí.
Así fue como me quede solo por el desierto en bicicleta, a más de 130km del pueblo más cercano. Aunque ni siquiera las estrellas me acompañaron, sino el fuerte viento y el cielo encapotado, sentí como curiosamente alguien se puede sentir más solo en una gran ciudad que en aquel lugar, donde las pocas señales advertían de estar en un lugar remoto “ This is a remote place” o de la no posibilidad abandonar la carretera por estar cruzando  el área de prohibida de Australia, lo que tuve que hacer para buscar un lugar protegido donde acampar.
Cuando llegué a Coober Pedy, las chicas se las habían arreglado para conseguir un lugar fantástico donde quedarse. El auge de aquel pueblo, había sido 50años antes, cuando el alto precio del ópalo por aquel entonces, había llevado allí a miles de personas que hacían agujeros en busca del preciado mineral, y cuyas minas eran transformadas en hogares, tiendas, iglesias y demás permitiendoles escapar de los calurosos días de verano, un pueblo subterráneo donde solo el cine era al aire libre..


Demasiados habían abandonado ya el lugar, como unos activistas que habían dejado las llaves de su casa/cueva escondidas para quien quisiera utilizarla, llena de reliquias y cosas antiguas que la convertían en una especie de museo. Un lugar con gente muy peculiar y donde a pesar de que pensaba que era el único que gallego llegado en bicicleta, me encontré hablando gallego con 2 de Ferrol que venían pedaleando desde mucho más lejos.
 Descansar y romper con mi record de días sin ducharme fue el tiempo que necesitamos antes de ponernos camino hacia Alice Spring, el centro del continente , convenciendo primero a un simpático conductor para poner nuestras bicis en su coche...









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