El 27de abril de 2012 a las 10am horas de Wellington, fue la hora marcada
por el gobierno de Nueva Zelanda para
abrir online las 200 plazas disponibles para que los ciudadanos con pasaporte
español pudieran iniciar los trámites de solicitud del visado de trabajo para
ese país, a las 10:10 am las 200 plazas ya se habían agotado...
2horas antes, 6am en el Nuevo
Estados de Gales , en Sídney, me levantaba para estar preparado para ese
momento, no quería quedarme fuera como me pasara el año anterior , ya que era
mi última oportunidad de conseguir el visado trabajo (working holliday Visa,) debido
a mis recién cumplidos 30años. 3 ordenadores intentándolo al mismo tiempo una y otra vez
hasta que por fin.. YES! Ya tenía un nuevo destino, Nueva Zelanda… pero aun me
quedaban 3 meses para seguir conociendo Australia.
Las semanas en Sídney pasaron rápido. El peor verano en los últimos 50 años
ayudaron a tener un agradable otoño con cielos azules que invitaban a paseos
por la costa y dejándonos ver la luna llena más grande del año en un increible
acantilado sobre el mar. Rodearme de Anarquistas, activistas, ecologistas y demás
anticapitalistas, inspiraron sin duda mis pasos a seguir ... por fin,
recomenzamos el camino hacia el Sur, destino, Tasmania.
El autostop por la costa fue
perfecto. Como siempre, cada conductor un mundo, una vida y una historia que
contar, y a diferencia de otros países, entendía lo que me decían, como cuando Patrick
nos dijo que viera un O.V.N.I en el mismo lugar en el que nos dejó, o cuando Johannes
nos relato de como conociera a su mujer y madre de sus hijos cuando viajaba a dedo por Australia
hacia ya casi 30 años.
Hacíamos camping junto al mar y cocinábamos la comida que encontrábamos en
parte trasera de los supermercado en las barbacoas de gas o eléctricas que hay
por todo el país y que funcionan con sólo apretar un botón... Además de los kilos y kilos de comida frescas
que rescatamos, entre mis hallazgos favoritos encontramos una bici de carreras
casi nueva, linternas, caviar, mis nuevos pantalones y un disco duro de 1.5tb aun empaquetado, que
regalamos a Adrian, un australiano que pasara una semana en mi casa de Galicia hacia ya más de dos años y que esta vez nos acogía
en la suya de Melbourne. La ciudad me gustó. Después de mucho tiempo volvía a
estar en otoño, aunque esta vez en Junio, algo nuevo para mí, las rojizas hojas
caídas le daban un aire más carismático a los viejos tranvías que seguían
cruzando la ciudad, haciéndola ideal para una postal, al igual que St Kilda ,la zona del paseo marítimo, donde
por primera vez puede ver pingüinos, lo que rompía un poco con el carácter europeo
que inicialmente me dio.
Finalmente, el Espíritu de Tasmania, el famoso ferri que nos dejó en el
norte de la Isla 1 hora antes del amanecer, tiempo suficiente para decidir qué
hacer. Atravesar el estado hasta su capital. Fue la primera vez que un día solo
mujeres nos pararon,5 diferentes hasta llegar a Hobart. También fue la primera
vez que hice Woofing, unas horas de trabajo al día en una granja orgánica a
cambio de comida y lugar donde dormir, en este caso una acogedora cabaña de madera, casi 45º sur, la latitud más al sur en el que
estuviera hasta el momento. Un hermoso lugar junto al mar, donde el marisco crecía
como mala hierba y que me ayudó a mejorar mi mano con la paella , sólo con la
mala suerte de que el 2 días nos enteramos de que las ostras y los mejillones
estaban afectados por la marea roja, por lo que decidimos no seguir comiéndolos.
En estos parajes, los gatos son vistos más como animales que matan
gallinas y demás especies de aves endémicas,
que como animales de compañía.Cazado el gato, quisimos darle un valor ético a tal
muerte, por lo que se convirtió en la primera vez que le sacamos la piel a un
animal, para su posterior uso, y la
primera vez que probé carne de felino, lo que para ser sincero no me gustó del
todo. De mejor gusto fue la primera vez que hice una empanada gallega de
canguro , muy aconsejable, o la primera vez que maté y desplumé un gallo, que
terminó en la barbacoa de Sam, un amigo coreano que conociera mientras viajaba
en un turbulento techo de los autobuses de Nepal.
Conocer un poco más del lugar, convirtió a Tasmania en mi estado favorito
de Australia hasta el momento, por lo que enterarme de la tala masiva y deforestación por el gobierno tasmano de los ancianos
bosques que la pueblan, con árboles de más 500años y casi 100metros de altura,
me hizo más feliz de mi primera participación en el bloqueo que los
ecologistas/activistas estaban llevando a cabo para impedir tal atentado contra
la naturaleza.
En el parque Nacional de la Florentina, donde además se
encuentra el circuito de cuevas más largo del mundo, se establecía un
campamento barricada, con diferentes medidas para bloquear el paso a las
maquinas taladores, y donde nos asentamos un par de semanas. En mi primer tracking
por el bosque ( tal vez uno de los más bellos en los que haya estado antes) resultó ser la primera vez que me perdí en uno,
cuando se hizo noche, la luna llena,
aunque tapada por un eclipse de luna parcial, nos ayudaba a encontrar el camino
entre los árboles, hasta que siguiendo unos pequeños lazos rosas que colgaban
de algunas ramas indicando la dirección correcta, encontramos una pequeña cabaña de madera que a
judgar por los periódicos que había dentro debía llevar allí más de 60 años, y
que además había sido el lugar donde
atraparon el ultimo tigre de Tasmania vivo antes de extinguirse, y donde
pudimos hacer un pequeño fuego que mantuvimos por turnos toda la noche para
calentarnos, esperando a que con el alba
pudiéramos regresar sobre nuestros pasos en sentido contrario.
24horas, 50Km, hambre y un gran dolor de piernas después, encontramos el campamento.
Cuando no nos perdíamos por el bosque, el tiempo allí fue ciertamente agradable,
y la ausencia de policía y de leñadores no complico la cosa , con tiempo para leer
y disfrutar en un lugar único. Uno de los libros que cayó en mis manos sobre el
cambio climático me hizo recordad mi muy fugaz visita a Haití. Corría el año
2005, aproveche las vacaciones en la universidad de Puerto Rico para conocer la
República Dominicana. En el ferri me junte con otros 5 estudiantes con quienes
decidimos alquilar un coche a un empresario que conocimos en el bar del barco,
con quien nos volvimos a encontrar en su oficina de Santo Domingo, de lo que sólo recuerdo la pistola
que tenia sobre la mesa mientras nos decía que si la policía nos paraba por ir
6 en el coche que lo llamásemos...
Aquel “ empresario” era amigo del alcalde de Dajabon, un pueblo fronterizo
con Haití, donde cada semana se le permitía a los haitianos que pasasen para
poder comerciar en el popular mercado de aquella localidad. Recuerdo ver que
los turistas de pulsera, esos que no salen de su resort para nada, viajaban en
un minibús, desde donde observaban el espectáculo y hacían fotos como si de un
safari se tratase, y del que no se bajaban , por miedo a que los tigres, como
llamaban los locales a los ladrones , los fuesen a atacar.
Desde el puente frontera, los dominicanos se entretenían viendo como los
haitianos se pelaban en el rio por las monedas que les tiraba desde arriba.
Inconscientemente y demasiado temerario por mi parte, empecé a cruzar el
puente. El ir y venir de gente me hizo pasar inadvertido por la policía
fronteriza, al otro lado, ya en Haití, Nada. Árboles talados, un paisaje
desolador con tan sólo un campamento de
los cascos azules muy cercano a la frontera.. Cuando me pidieron el pasaporte y
les dije que no lo tenía, me di cuenta de que era el momento de regresar lo
antes posible. De vuelta, me volví a encontrar con el niño de apenas 6 o 7 años
que el día anterior se acercara a nuestra mesa para rogarnos si podía comer las
cabezas de los pescados que ya habíamos terminado. Feliz, nos enseñaba su
llavero linterna, una pequeña lucecita roja que además de ser el mejor juguete
que había tenido nunca, le iluminaba por los noches junto a su hermana
pequeña. La mañana que me lo encontré en
el puente, nos presento a su amigo, de más o menos su misma edad pero que cuya
barriga hinchada delataba la enfermedad que lo afligía... Tres semanas después de eso fui de vacaciones
a tan 500 millas de allí, Miami, hasta hoy aun no he visto tanto derroche en el
mundo, los niños parecían más sanos es Disney World.
Cuando el fondo monetario Internacional acepto darle un crédito a Haití,
fue con la condición de que bajase las tasas al arroz de importación, poco después,
las empresas de USA subvencionadas por su gobierno destrozaron los agricultores
locales, haciendo a este país dependiente alimenticio de ellos con un crédito
que no pueden pagar.
Cada hora mueren 180 niños de
hambre y más de 1200 de enfermedades prevenibles,
dudo que aquellos niños sigan vivos.. Aquel viaje cambio mi forma de ver el
mundo y hacer compartir la frase de aquel que dijo que “Una sociedad que permite que esto pase, no puede ser llamada
civilizada. Ningún orden social que lo cause merece existir..”
Al otro lado del valle de la Florentina, como parte del bloqueo, estaba
Miranda, una Australia que lleva subida a un árbol de casi 80 metros de altura
en modo de protesta, más de 6 meses. El último día de nuestra estancia alli,
aunque no hizo falta que nos encadenásemos a ningún sitio ya que los agentes de
la ley no aparición, decidimos pasar una noche en uno de las plataformas que había
instaladas en uno de los arboles más de 50 m de altura, y tal vez por haber
sido la noche con más viento, lo que hacía mover toda la estructura en la que
dormimos, hizo que aquella, fuera tal vez una de las noches que más miedo e
pasado hasta el momento...
Tampoco fue muy agradable cuando de vuelta hacia el norte, la auto caravana,
que una compañía de alquiler nos pago para que la condujéramos de vuelta a Melbourne,
empezó a deslizarse por el hilo que cubría una de las remota carretera del plato de las tierras
altas de Tasmania. Entre las paradas que hicimos, la primera fue en el MONA, el
museo de arte contemporáneo, construido
por un tasmano que se hiciera rico jugando al póker, creando uno de los museos más
famosos de Australia, y de cuyas obras destacaría la maquina estómago, la cual
alimentan una vez al día, y que una vez al día, termina defecando en una
bandeja, lo que ciertamente me impresiono..
Finalmente, esta vez por segunda
vez, embarcarnos en el Espíritu de Tasmania que nos devolvería a tierra firme
para seguir nuestro viaje hacia el Oeste…
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